Cuentober 2022, día 28: Autosuficiencia (runas, reventar, sirviente)

Bocadillo nocturno

Escupió el bocado que distraídamente se había llevado a la boca.

No fue que tuviera mal sabor, sino que se sentía seboso. La desagradable sensación lo hizo fruncir el ceño. Bebió un poco de agua y se acercó a inspeccionar con atención el plato lleno de comida fría. Sólo entonces notó que afuera estaba oscuro y que la casa, como el resto del vecindario, estaba en silencio. ¡Ya era de noche!

Sacó su reloj de bolsillo sólo para confirmarlo, y se preguntó hacía cuento que su sirviente le había llevado aquella charola. Recordaba vagamente que había tocado a su puerta para decirle que, ya que no parecía que fuera a bajar a comer, la señora Winters le había mandado algo. Sin voltear a verlo le pidió dejarlo en la mesa de la esquina, lejos de su área de trabajo y luego se olvidó del asunto.

La única razón para notarlo fue que necesitaba un paño seco y mientras miraba a su alrededor vio el plato. Entonces se dio cuenta de que tenía hambre y por eso tomó un trozo de carne para llevarse a la boca. Así descubrió que la grasa del fino corte era ahora una opaca y desagradable cubierta. Volvió a mirar el reloj antes de cerrarlo y devolverlo a su bolsillo y suspiró.

Regresó a su escritorio y puso en orden sus notas. Echó un último vistazo a su trabajo y satisfecho cerró la libreta. Había sido un día productivo y ahora se sentía seguro de que estaba cerca de descifrar el significado de aquellas misteriosas runas. Le emocionaba la idea de presentar el fruto su labor a los otros miembros de la academia, pero ya habría tiempo para ello.

Ahora que era consciente de lo hambriento que estaba no podía pensar en otra cosa que asaltar la alacena en busca de algo que comer. Pensó en las carne y lamentó el desperdicio, pues los asados de la Sra. Winters eran exquisitos, pero no había nada que hacer. Quizá mañana le haría más. Tendría que conformarse con lo que pudiera encontrar en la cocina y, de ser necesario, supliría calidad con cantidad.

Había trabajado muy duro todo el día y merecía una recompensa. En todo caso, él era el amo y señor de aquella casa, y nadie se atrevería a juzgarlo si decidía tragar hasta reventar. Sólo hasta que llegó al pie de las escaleras y se encaminó a la cocina se dio cuenta de que estaba solo en la casa y meditó sobre el significado de aquello: Tendría que calentar su comida él mismo.

Se preguntó si quizá habría sido un error no haber retenido al personal de planta tras la muerte de su mujer, pero desechó la idea. Valoraba demasiado su privacidad. De pie frente a la enorme estufa de hierro se mesó la barbilla mientras ponderaba la respuesta a una interrogante que jamás había considerado. ¿Cómo se encendía aquella cosa?

🄯2022 Alberto Calvo Cuéllar

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