Cuentober 2023, día 1: Amarga luna de miel (ámbar, electrocutado, sangrante)

Allie quería llorar, pero sabía que no tenía tiempo para ello.

Su luna de miel debía ser un viaje de ensueño, pero en menos de un día se había convertido en una pesadilla.

Una pequeña isla en el Caribe, un pequeño hotel casi desocupado lejos de cualquier pueblo o ciudad, a unos metros de la playa y de una paradisíaca jungla tropical, ella y Kyle lejos de todo por una semana, ¿qué podía salir mal?

Aparentemente todo.

Mientras se abría paso entre la maleza, tratando de avanzar en silencio, pensó en todo lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas.

Al llegar al hotel les dijeron que sólo había otra pareja hospedada, así que tenían el lugar casi sólo para ellos. Su habitación tenía vista a la playa, y la primera noche fue todo lo que había soñado y más. A la mañana siguiente decidieron ir a conocer la cascada, y el encargado de recepción les explicó que debían caminar unos quince minutos por un sendero que los llevaría hasta el lugar, advirtiéndoles que no se alejaran del camino, pues era fácil perderse.

Partieron de inmediato, pero a mitad del camino se encontraron con un árbol que bloqueaba el paso. Decidieron rodearlo y volver al sendero algunos metros más adelante, pero no fue tan fácil como creían, y en el proceso descubrieron que el árbol no había caído sólo, sino que fue derribado.

Cuando por fin lograron volver al sendero, vieron a la distancia a dos personas. Creyeron que debía ser la otra pareja y no le dieron importancia, pero conforme se acercaban a ellos empezaron a ponerse nerviosos. Sus ropas parecían fuera de lugar en medio de aquel paisaje: overoles azul marino que les cubrían todo el cuerpo, lo que no tenía sentido con ese clima.

Aún iban varios metros detrás de ellos cuando los vieron separarse y salir del sendero, uno en cada dirección. Kyle le hizo una seña para que se detuviera y le propuso volver al hotel. Ella asintió e iniciaron el camino de vuelta, pero un par de minutos después vieron a los extraños volver al sendero, interponiéndose entre ellos y el árbol caído.

Ya de frente, notaron que llevaban máscaras y cada uno tenía un cuchillo. Sin pensarlo, dieron vuelta y empezaron a correr en dirección a la cascada.

Al recordarlo le temblaron las piernas y se detuvo para intentar recuperarse. Había sentido que su corazón iba a estallar mientras corrían sin mirar atrás, conscientes de los dos extraños que iban unos pasos detrás. Sin detenerse, Kyle había sacado algo de su cangurera y le indicó que saliera del sendero y se alejara lo más posible.

Así lo hizo, pensando que su marido iría tras ella, pero al percatarse de que iba sola volteó y perdió el equilibrio, rodando varios metros abajo en una ligera pendiente. Al levantarse miró arriba y entendió. Kyle era policía y siempre llevaba consigo un taser. Impotente lo vio usarlo en el más grande de los extraños, que se detuvo como electrocutado al recibir la descarga.

Pero un instante después, el segundo extraño pareció apuñalarlo en el pecho o el hombro, y Allie gritó. Kyle había volteado a verla, haciéndole señas para que corriera, antes de abrazar a su atacante y forcejear con él (¿ella?). Casi de inmediato los perdió de vista, y asumió que habían rodado por el otro lado del sendero.

Le preocupaba no saber cómo estaba Kyle, pero no trató de ir a ayudarlo porque sabía que su presencia sólo distraería a su marido, quien era perfectamente capaz de cuidarse solo si no tenía que preocuparse por ella. Suspiró y se dispuso a retomar su camino rumbo a donde creía que estaba el hotel.

Escuchó un ruido entre la maleza y se detuvo, esperando que fuera Kyle. Al no ver nada se acercó a donde había escuchado el ruido, tratando de ver a través del espeso amasijo de plantas.

Antes de que pudiera reaccionar sintió un golpe en el estómago y al bajar la vista vio una mano que empuñaba el cuchillo enterrado en su abdomen. Aturdida, no era capaz de hablar o gritar. Se desplomó de espaldas mientras intentaba cubrir su sangrante herida con ambas manos.

Su atacante surgió de entre la maleza. Era delgado y bajo, pero no le parecía que fuera una mujer.

Lo último que pensó fue que Kyle estaba muerto y no había podido despedirse de él. Aún muda, vio con impotencia como el extraño se inclinaba sobre ella preparando el cuchillo para rematarla, y no pudo evitar notar sus inexpresivos ojos de color miel, los cuales, a ausa de la peculiar iluminación de la jungla, parecían hechos de ámbar.

Fueron lo último que vio.

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