Cuentober 2020, día 01

Cuernos bajo la luna

La madera cruje bajo mis pies y desde el piso de arriba se escucha la cubierta de una ventana que se azota una y otra vez.

Si fuera más inseguro o nervioso, estaría bastante asustado. Es decir, más de lo que estoy.

Afuera se escucha ulular el viento, y sería fácil imaginar que con él se escuchan espectrales lamentos inhumanos. Pero todo está en mi cabeza. ¿Cómo podría ser de otra manera?

No ha sido una noche fácil. Pero claro, tenía que hacerme el valiente.

La hermanita de Julia no dejaba de llorar por su perrito perdido, y creí que si me ofrecía a buscarlo ganaría algunos puntos. Y nadie que conozca a Julia puede culparme por actuar como un estúpido. Con ese largo y sedoso cabello que a veces amaga con ocultar su rostro, como si su belleza pudiera esconderse, y el cual enmarca ese semblante que me quita el aliento. Y su manera de sonreír, más con los ojos que con la boca...

De no haber sido por esa visión, jamás me habría puesto en esta situación. Pero no queda más que aguantarme, sacarme estas tontas ideas de la cabeza, y hacerme a la idea de que pasaré aquí la noche. ¿Quién lo hubiera pensado?

Cuando era niño, los bravucones de la escuela trataban de avergonzar a los demás al retarnos a pasar una noche solos en la vieja casona de la colina. Quien no aceptaba era considerado un cobarde, pero nunca me dejé convencer. Jamás pensé que un día lo haría por voluntad propia, y menos como adulto, pero aquí estoy.

Y la verdad es que el lugar no inspira tanto miedo como muchos creen. Claro, todo está cubierto de polvo y hay telarañas por todas partes, pero era de esperarse en un lugar que lleva tanto tiempo abandonado. La madera del piso y paredes cruje, como si se quejara todo el tiempo, y las oscuras siluetas de muebles sin forma son un tanto ominosas, pero si la casa parece tenebrosa es sólo porque toda la vida he pensado que lo es.

Aunque admito que jamás habría entrado de no ser porque era el único refugio cercano luego de lo que vi allá afuera. Y todo es culpa del estúpido Butch. Maldito pug.

¿Por qué la gente piensa que esos feos perros son adorables? Y ni siquiera estoy seguro de haber encontrado al perro de Emily. Ese tonto animal nunca se aleja de ella más de unos cuantos pasos ¿Por qué demonios corrió hacia los árboles? ¿Perseguía a algún animal? Emily no dejaba de llorar, y cuando vi la cara de preocupación de Julia no lo pensé. Me planté frente a ellas y prometí traer de vuelta a su perro.

Algunos vecinos trataron de detenerme, de convencerme de que sería mejor esperar, que ya era tarde y seguro el perro volvería por su cuenta, y si no lo hacía, saldríamos todos a buscarlo por la mañana. Lo pensé, pero miré a Julia y al notar la forma en que me veía mientras abrazaba a su hermanita tratando de consolarla, supe que no podía echarme para atrás. Además, ¿qué tan lejos podía haber ido Butch con esas cortas patas?

Y aquí estoy ahora, sabiendo que pasaré horas en este lugar y que no tendré un minuto de descanso en toda la noche.

La casa está oscura y no tengo fósforos ni velas, pero la verdad no sé si me gustaría tener luz. Aquí y allá se cuelan un poco de luz de la luna llena, así que la oscuridad no es total. Estoy consciente de que entre estas paredes no hay nada que deba asustarme, pero lo que me preocupa es lo que hay allá afuera.

Luna llena... ¿Será posible?

No aguanto la tentación, tengo que saber. Debo asegurarme de que no lo imaginé, de que en verdad había algo siniestro allá afuera y que hice lo correcto al correr a esconderme en esta vieja casa abandonada. Veo una ventana con un hueco en los tablones...

Dios, no. No puede ser. Es real. Está ahí, a la mitad del camino, en la parte alta de la colina. Quieto como una estatua iluminada por la luna. Parece que estuviera viendo directo hacia acá, como a la espera de que salga. Pero no lo voy a hacer, no señor. Puede que no sea muy listo, pero mi mamá no crió a un idiota.

Ni siquiera estoy seguro de que se trate de Butch. Es demasiado grande. Digo, sí, se ve como un pug, pero esos perros no llegan a ser tan grandes como un oso, ¿o sí?

Además, estoy seguro de que nunca en la vida había visto un pug con cuernos...


🄯 2020 Alberto Calvo Cuéllar
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