Cuentober 2020, día 02

Memorias

Tras terminar de desayunar, el hombre se levantó, haciendo un esfuerzo por ignorar el crujir de su espalda y rodillas, y se dirigió hacia la puerta. La abrió y se estiró perezosamente al sentir la cálida caricia del sol en su rostro. Sonrió. Era un día hermoso.

Salió a caminar. Le encantaba sentir la suave y húmeda frescura del pasto bajo sus pies descalzos. Al llegar a la cima de la colina, se detuvo a contemplar el paisaje. Sí, era un buen día para empezar a escribir sus memorias. Suspiró y dio vuelta para emprender el camino de regreso. Sentía un callado gozo al pensar que pasaría el día entero sentado ante el viejo escritorio de madera hecho por su padre.

En el camino empezó a pensar en la mejor manera de empezar. ¿Por el principio? No sería fácil que el lector aceptara la historia de su origen, no. Quizá sería mejor un pasaje más emocionante... ¡La ballena! Sí, ésa era una buena forma de capturar la atención de su audiencia, aunque sería un poco largo explicar cómo llegó hasta ahí.

Tal vez sería mejor dejar su infancia para más adelante, cuando se sintiera más cómodo compartiendo esa parte de su vida. Quizás era una opción más viable empezar con aventuras capaces de atraer al público adulto. Tal vez su viaje a Francia, cuando conoció al viejo mosquetero que vivía retirado en un convento, o aquel aterrador encuentro con el legendario espectro que rondaba una aldea el sur de los Alpes.

No, eso no sería muy honesto. Su padre no aprobaría que escribiera así su relato. Nunca le gustó que mintiera o que exagerara las cosas. Pero a veces no era fácil resistir el impulso de contar las cosas de forma llamativa, aun si a veces debía tomarse ciertas libertades. Los escritores lo hacían todo el tiempo, y lo llamaban licencia poética.

Extrañaba a Pepe. Era más sencillo tomar decisiones cuando su voz le servía como guía. Pero eso también era cosa del pasado, y aunque justo de eso quería escribir, no le era de ninguna utilidad añorarlo. Aquí y ahora estaba solo, y la responsabilidad de lo que eligiera hacer o contar era suya y de nadie más.

"¿Qué más da?", pensó. No era como si le fuese a crecer la nariz sólo por adornar un poco su relato.

No le pasaba desde que era un niño, y ni siquiera uno de verdad.

🄯 2020 Alberto Calvo Cuéllar
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