Cuentober 2020, día 04
Antiguo despertar
Obadiah levantó la vista para contemplar una vez más la imponente estructura surgida del océano, y la primera comparación que se le ocurrió fue que parecía un futurista palacio, una construcción sacada de una historia de ciencia ficción de los años cincuenta.
Pero, si lo que dijo la curvilínea chica de los lindos ojos verdes era verdad, esto no era cosa de ciencia ficción, sino de horror, y por ridículo que fuera tenía que ver con las historias de aquel famoso escritor racista. Era claro que ese demente se había tomado muchas licencias, pues de las muchas formas que se le ocurrían para describir la imponente construcción, "una bulbosa morada de formas no euclidianas", lo que fuera que eso significara, no era una de ellas.
Una fugaz sonrisa asomó en su rostro, pero se desvaneció cuando recordó que, de ser cierto, en cualquier momento aparecería también un horror indescriptible lleno de tentáculos y con un nombre tan difícil de pronunciar como algunas onomatopeyas de esas que aparecían en las viejas historietas que leía cuando era niño.
La playa a su alrededor estaba llena de gente ocupada en acarrear cosas desde la larga fila de camionetas negras que los llevaron ahí, y algunos técnicos empezaban a montar un extraño equipo que no se parecía a nada que hubiera visto y no tenía idea de cuál podría ser su propósito. Lo único que le dijeron antes de salir fue que su presencia era importante, pero no tenía idea de qué esperaban que hiciera.
La arena bajo su pies empezó a vibrar y sintió un escalofrío al percibir un murmullo que parecía salir del mar y poco a poco subía de intensidad. Tragó saliva y aceleró el paso para acercarse a donde un puñado de gente recibía instrucciones de la chica.
Le hubiera gustado compartir la confianza que emanaba de ella, pero no podía quitarse de la cabeza el presentimiento de que estaba a punto de ser testigo del fin del mundo...
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