Cuentober 2020, día 11

Refugio

Siempre quiso vivir junto al mar, pero no de esta manera.

Pasar el día encerrado, o siquiera en las cercanías del viejo faro, era algo que no ayudaba a mejorar su humor, así que salió a caminar con la esperanza de que la brisa marina lo ayudara a disipar las nubes en su cabeza. Se llevó un cigarrillo a la boca, pero esa misma brisa apagaba el cerillo y le tomó tres intentos poder encenderlo.

Había pasado parte de la mañana recogiendo ramas para poder prender un fuego por la noche, y los manojos habían quedado bien apersogados cerca de la chimenea. Las noches en la pequeña isla rocosa eran frías y necesitaba una fuente de calor, pero más allá de eso le parecía escalofriante la idea de pasar la noche solo y en total oscuridad en ese viejo y decrépito lugar.

Si todo salía bien, serían sólo un par de días, tres a lo más, pero si no...

No tenía caso pensar el ello. El plan se había ido a pique y en buena parte fue su culpa, pero no había nada que hacer. De no ser por su soberbia, quizás ya estarían volando hacia el Caribe. Pero cuando Jason resultó herido, tuvieron que dejarlo atrás. Según le dijo Roxy en el teléfono, estaba vivo y bajo custodia policíaca en el hospital local. Ella estaría a la espera de noticias.

No podían seguir el plan de escape original por temor a que Jason hablara, pero ni él ni Roxy sabían del faro abandonado. Jake lo llevó ahí y volvió para arreglar otra forma de salir del país. Lo tranquilizaba que el botín se hubiera quedado con él en la isla, y la idea era que sólo saldría de ahí cuando fuera seguro. Pero ahora que el sol empezaba a caer y se preparaba a pasar su primera noche en ese lugar, la idea ya no le parecía tan atractiva.

Tiró la colilla y la piso sobre las piedras.

Empezó a caminar de regreso y al sentir de frente el frío aire del atardecer metió las manos en las bolsas del abrigo. Se detuvo. Se había olvidado de que Jake le dejó un libro para entretenerse. Lo sacó del bolsillo y miró la portada del delgado volumen.

Aunque no se parecía, de cierto modo ese negro pájaro le recordaba a las escandalosas gaviotas que volaban sobre su cabeza. Levantó la vista para ver el faro, que a la distancia y con la rojiza luz del crepúsculo tenía una apariencia un tanto siniestra y, sin pensarlo dos veces arrojó con fuerza el libro al mar. Muy gracioso, Jake, muy gracioso.

En ese lugar, prefería quedarse solo que tener a Poe como única compañía.

🄯 2020 Alberto Calvo Cuéllar
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