Cuentober 2020, día 16
Madrina
Esto no iba nada bien. Tenía que hallar el modo de generar algo de simpatía en su siguiente audiencia con el concilio, o todo acabaría mal.
Nadie parecía creer en su historia de que era una víctima inocente, y el hecho de que sus únicos testigos fueran unos ratones incapaces de declarar sólo complicaba las cosas. Se mesó una vez más los dorados cabellos mientras caminaba de un extremo a otro de su celda. Se detuvo y apoyó la cabeza en la pared, con más fuerza de lo que quizás hubiera querido, pero no pareció importarle. Tenía ganas de llorar.
¿Cómo pudo ser tan estúpida?
Debió darse cuenta de que el trato ofrecido era demasiado bueno, que debía haber alguna trampa. Un vestido espectacular, una elegante carroza, pajes para asistirla, y la oportunidad de pasar una velada de ensueño al lado del príncipe. ¿Quién hubiera dicho que no?
Pero en ese momento le había resultado imposible desconfiar de esa amable y sonriente señora. De verdad parecía sincera y era muy simpática.
¿Cómo diablos puede una simple chica distinguir entre un hada madrina y un demonio disfrazado?
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