Cuentober 2020, día 20
Hallazgo
Se detuvo a la entrada del invernadero, admirando el modo en que los reflejos de la suave luz del atardecer iluminaban las plantas y flores, y no pudo evitar pensar que era como ver una pintura impresionista.
Respiró hondo antes de entrar, pues sabía lo que le esperaba al interior. Por los rostros de los uniformados con quienes se acababa de cruzar, sabía que era malo, y aun así lo sorprendió el acre hedor a putrefacción que impregnaba el ambiente, algo que parecía no tener lugar aquí, compartiendo espacio con la belleza que instantes antes se detuvo a admirar.
Con un poco de esfuerzo logró sofocar las nauseas y caminó hacia el fondo por un estrecho pasillo. Al final de éste encontró el lugar donde el forense y sus asistentes aún trabajaban. Se detuvo antes de invadir el espacio donde se movían, tomando fotos o recogiendo muestras del suelo.
No necesitaba acercarse más. Desde ahí podía apreciar a la perfección la dantesca escena que de cierto modo ya esperaba.
Una maraña de cuerdas suspendidas de la estructura superior del invernadero sujetaba el cadaver mutilado de un hombre. Sus brazos y piernas estaban acomodados en el suelo, debajo del torso, y no tenía rostro. La piel y cuero cabelludo habían sido arrancados de su cabeza, con la misma precisión quirúrgica que los dos anteriores.
Ya no había duda, tenía entre manos el caso de un asesino serial.
Desde la entrada escuchó la grave voz del capitán, dando órdenes. Echó un último vistazo a la escena y dio vuelta para ir a encontrarlo. De todos modos no había nada que pudiera hacer aquí, y sería mejor hacerse a la idea de que no iría a casa esta noche. Al llegar a la entrada vio el pequeño cartel decorado que colgaba sobre ella y no pudo evitar sonreír con cierta melancolía.
"El hogar está en donde el corazón encuentra la paz".
Sacudió la cabeza y salió a encontrarse con su jefe. Ahora estaba seguro de que nunca había estado más lejos de su hogar.
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