Cuentober 2020, día 21

El libro de los pecados

Al ver la vereda cubierta de hojarasca recordó por qué el otoño era una de sus épocas favoritas del año. Cerró la cortina y se alejó de la ventana. Tenía mucho por hacer.

Mientras caminaba hacia la biblioteca —su biblioteca, se recordó a sí mismo— miró a su alrededor. La vieja mansión era un lugar espléndido, y debía considerarse afortunado de que su tío hubiera pensado en él al hacer su testamento, aunque no podía sacudirse la idea de que era un lugar demasiado grande para una sola persona.

Hacía menos de un año que había enviudado, y todavía no lograba reponerse de la pérdida, pero en las pocas semanas que llevaba instalado aquí había hecho progresos considerables, y confiaba en que pronto hallaría el modo de solucionar esa situación.

Entró a la biblioteca y cerró la puerta tras de sí. Caminó hasta el escritorio y se sentó. Sacó la llave para abrir la gaveta inferior, de donde extrajo un enorme volumen que depositó sobre la mesa con cierta reverencia, y recorrió su cubierta suavemente con una mano.

Hasta donde sabía, era la copia más completa que existía del Liber Ivonis, y estaba convencido de que en sus páginas hallaría la clave no sólo para vencer a la muerte, sino para recuperar a su esposa.

Abrió el volumen, se puso los anteojos y tomó su cuaderno de notas. Seguía sin creerlo. No le sorprendió hallar una extensa colección de grimorios y textos prohibidos entre los libros de su tío pero, ¿quién hubiera imaginado que el viejo Burgess tendría en su poder este volumen, además de una transcripción completa del Libro de los Pecados?

Suspiro y se puso a trabajar. Estaba convencido de que si lograba resolver este asunto, su investigación sería recordada como un hito en la historia de la humanidad.

 
🄯 2020 Alberto Calvo Cuéllar
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