Cuentober 2020, día 23

Encuentro

La escena era terrible. La calle estaba llena de patrullas y ambulancias, y todavía se escuchaban sirenas alejándose del lugar.

Algunos heridos que no fueron trasladados al hospital eran atendidos por paramédicos fuera del restaurant, y escuchó a alguien decir que habían sacado por lo menos cuatro cuerpos. Desde donde estaba, tras el cerco policíaco, podía ver que los vidrios de la fachada habían desaparecido casi por completo.

Había bastante gente dentro y fuera del lugar, y un par de personas tomaban fotos. Supuso que eran del equipo forense. Dos más parecían buscar algo en el piso, frente a la fachada, y policías tanto uniformados como de civil entraban y salían todo el tiempo. Uno de ellos hablaba por teléfono y recordó que Kate aún no respondía sus mensajes.

Sacó su teléfono y volvió a marcar, preocupado. Otra vez el buzón de voz. Dejó otro mensaje pidiéndole que lo llamara en cuanto escuchara el mensaje.

Dio vuelta y empezó a caminar. Debía asegurarse de que Kate estaba bien. Habló con ella unas horas antes para confirmarle la hora de su cita, dos horas después de lo acordado porque tuvo que cambiar su vuelo y llegaría más tarde de lo esperado. Ella había estado de acuerdo, y en el restaurant accedieron a mover su reservación, pero le preocupaba que ella hubiera decidido llegar temprano.

Sólo de pensar en la posibilidad de que ella estuviera ahí cuando ese demente llevó a cabo su sangriento atentado le revolvía el estómago, pero no sabía qué hacer.

Si caminaba hasta su casa para ver si estaba ahí no tendría tiempo de volver al restaurant a la hora acordada, y aun si tomaba un taxi, lo más probable era que llegaría allá cuando ella ya hubiera salido.

Estaba tan nervioso que llevaba un par de cuadras caminando sin poner atención al rumbo que tomó, así que se detuvo un momento para ubicarse.

Se había alejado del restaurant más de lo que creía, y pensó que bajo las circunstancias sería mejor regresar y esperar ahí a Kate. Un gato siamés salió de un callejón y pasó corriendo frente a él. No tenía pinta de callejero, lo que lo sorprendió un poco. Lo siguió con la mirada y lo vio entrar a un local ubicado poco antes de llegar a la esquina, con un brillante toldo de color vino en el exterior.

Trató de hacer memoria, pero no recordaba qué negocio había ahí. Intrigado, decidió echar un vistazo. Conforme se acercaba vio que era una cafetería, lo que lo extrañó aún más, pues estaba seguro de que nunca la había visto. Miró su reloj y decidió que tenía tiempo de echar un vistazo y tal vez tomar un té o algo así.

Lo que fuera con tal de no seguir torturándose ante la incertidumbre por la falta de respuestas de Kate.

Al llegar ante la cafetería se asomó por la ventana. Parecía un lugar agradable. Se dispuso a entrar y caminó hacia la puerta. Estiró la mano para abrirla, y justo en ese momento alguien la abrió desde dentro y casi lo golpea, lo que, absorto como iba, lo sobresaltó más de lo normal.

Una mujer empezaba a disculparse pero se interrumpió con una suave risa. Por un momento eso lo irritó, pero fue una sensación pasajera. Levantó la vista y se topó con Kate, que parecía hallar divertida la idea de haberlo asustado, aun sin entender que en realidad era todo lo contrario.

Sintió que el alma le volvía al cuerpo, y sin decir una palabra estrechó a Kate entre sus brazos como si tuviera años de no verla.

Al principio ella se sorprendió, pero de inmediato se relajó. Se dejó envolver por el abrazo y lo devolvió con sinceridad. Él sentía ganas de llorar, sorprendido por el alivio que sentía al haberla encontrado bien. Nunca habría creído que un pequeño momento de serendipia podía causarle tanta felicidad.

Recordó lo ocurrido en el restaurant, y sin quererlo empezó a reír, una mezcla de alivio y nervios. Ella se retiró un poco para mirarlo con curiosidad. No supo que decir, así que sólo la tomó de la mano y la condujo de vuelta al interior de la cafetería.

Metió la otra mano en el bolsillo de su chaqueta y sintió el pequeño estuche. Sonrió. Mientras entraban echó un vistazo al lugar y asintió para sí mismo. Sí, sentía que era lo correcto.

Un lujoso restaurant era una linda idea, pero ahora estaba seguro de que esta pequeña cafetería era el lugar perfecto para pedirle a la mujer de su vida que se casara con él.

🄯 2020 Alberto Calvo Cuéllar
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