Cuentober 2020, día 24
Eclipse
Un vistazo al lugar le bastó para entender lo ocurrido. El círculo de sal no estaba bien cerrado.
Niña estúpida. Por más que le había dicho que debía tener paciencia, la muy boba insistía todo el tiempo en hacer cosas para las que no estaba preparada. Siempre fue muy impulsiva, y por fin la vida le había pasado factura. ¿Por qué a algunos les era tan difícil entender que la magia no era un juego?
Debió imaginar que el eclipse lunar le daría ideas a la pobre chica, pero nunca pensó que sería tan tonta como para intentar una invocación sola y sin supervisión. No había nada que hacer. Se había ido y probablemente nadie volvería a verla. Sólo esperaba que no hubiera dejado suelto en el mundo a algún ente peligroso pero, hasta donde podía ver, no había señas de que algo hubiese cruzado de forma permanente.
Tomó su botella de agua y la vació en el suelo, restregando con el pie los restos de sal. Sabía que el abuelo de la chica iría a verlo y tendría muchas preguntas, lo que siempre era incómodo, pero esta vez era peor pues el hombre era un detective retirado y seguro no se iba a conformar con sus evasivas. El viejo zorro le caía bien, pero iba a tener que mentirle y eso no sería nada fácil.
Suspiró resignado y dio un último vistazo al patio. Todo parecía en orden, y él sabía que no había nada que pudiera comprometerlo, pero se sentía mal por la pobre chica. Le agradaba, y estaba seguro de que tenía potencial. Su único problema era que carecía de paciencia, y ésa era una cualidad imprescindible para quienes se dedicaban a esto.
Sacudió la cabeza y emprendió el camino de vuelta a casa. Decidió tomar una pequeña desviación para ir por un café. Miró al cielo y pensó en lo complicada que a veces resultaba su vida, y sonrió con cierta amargura al recordar a su madre. Tal vez debió haberle hecho caso y estudiar para cirujano.
Quizás habría sido una ocupación menos estresante.
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