Cuentober 2021, día 14: Prisionero

Escape

Horrorizado vio al vigía desplomarse al vacío, pero no había nada que hacer.

Se apartó del muro sin mirar abajo. No era su intención matarlo, pero no podía permitir que diera la alarma. Además, debía darse prisa.

No faltaba mucho para el amanecer, y aunque desconocía los patrones de las patrullas fuera de la fortaleza, sabía que no tardarían mucho en encontrar el cuerpo, y cuando lo hicieran sonaría la alarma y sería imposible salir de ahí.

Se arrancó los jirones de lo que alguna vez fue su camisa. El helado aire de la madrugada le produjo escalofríos, pero de todos modos la delgada tela no ofrecía abrigo alguno y sólo entorpecía sus movimientos.

Había pensado que tendría que rasgar sus ropas y usarlas junto con los harapos de su catre para improvisar una soga, pero el guardia a quien sobornaron sus amigos dijo que su socio le había asegurado que hallaría una al llegar al punto indicado en el muro.

Llegó hasta el lugar y encontró una larga soga enroscada ante el muro y atada a uno de los parapetos. No sabía que clase de tajada le habían dado al otro tipo, pero debió ser buena.

Revisó la resistencia del nudo y el estado de la cuerda, y se asomó para ver por donde bajaría. Esa parte del muro estaba parcialmente oculta entre árboles y arbustos, así que ofrecía una buena cubierta, por lo que era su mejor oportunidad.

Ató el otro extremo de la cuerda a su cintura, y enredó una parte del excedente entre su codo y la muñeca. Trepó al muro y dejó escapar un gruñido. Le dolía todo el cuerpo, y sólo entonces prestó atención a la gran cantidad de moretones que cubrían su torso y brazos.

Ya tendría tiempo para descansar y reponerse, ahora debía darse prisa. Sujetó con fuerza la cuerda e inició el pesado descenso. Se movía con cautela pero tan rápido como le era posible. No tardaría en salir el sol y más temprano que tarde alguien notaría que su celda estaba vacía.

Pensó en la cara del príncipe al enterarse de su escape, y sonrió. Algún día se vengaría de él, pero eso tomaría tiempo. Por ahora le bastaba con imaginar que al bastardo se le retorcería el estómago antes de romper su ayuno.

Escuchó gritos a lo lejos. Quizá habían encontrado al vigía.

Apuró el paso y se dejó caer faltando un par de metros para llegar al suelo. Se detuvo un momento a recuperar el aliento y se tanteó las costillas. No parecía haberse roto nada, así que corrió hacia los arbustos.

Debía avanzar unos cincuenta metros entre la baja maleza antes de poder internarse en el bosque. Sabía que los guardias dudarían antes de ir tras él, y sólo lo harían si alguien se los ordenaba.

Su gente estaría cerca, y una vez con ellos su escape estaba asegurado.

Al llegar al campamento dormiría todo el día.

Mañana. Mañana sería el día en que empezaría a planear su venganza.

🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar

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