Cuentober 2021, día 20: Espectros
Energía fantasma
Una lágrima rodó por su mejilla mientras apretaba las tuercas de la máquina.
Siempre había estado orgulloso de su trabajo, pero ahora mismo se le retorcían las tripas sólo de pensar en lo que pudo haber pasado.
Su familia había estado al servicio de los taumaturgos del rey desde hacía siete generaciones, y la más reciente versión de la máquina de energía ectoplásmica incorporaba ajustes diseñados por él mismo.
Durante la última gran guerra, el taumaturgo en jefe ideó una forma de crear una barrera mística alrededor del reino, y por accidente descubrieron que los fantasmas de aquellos que morían en la barrera quedaban atrapados ahí.
Años de estudiar a esos espectros llevaron a la creación de una máquina capaz de convertirlos en energía pura. Sus ancestros ayudaron a construirla y su familia estaba a cargo de darle mantenimiento.
La energía obtenida se usaba para alimentar otras creaciones de los taumaturgos, y su existencia había ayudado a que el reino prosperase en paz durante generaciones.
Distraídamente retiró un engrane con un diente desgastado y lo reemplazó por uno nuevo. Trató de concentrarse en el trabajo y no pensar en aquello que temía y lo tenía en aquel estado.
Si tan sólo fuese una persona más sensata y comprensiva, si hubiese sabido como hablar con su hija...
Pero desde que su esposa falleció, la relación con ella se había ido deteriorando poco a poco, así que cuando ella le informó que tenía novio, no pudo más, había estallado.
Helena ya era una mujer, pero él se rehusaba a tratarla como tal, y le prohibió seguirlo viendo. Claro que ella no lo obedeció, y él, en vez de hablar con ella o siquiera ofrecerse a conocer al novio, redobló sus esfuerzos por reprimirla.
Y ahora se había ido. Su estupidez y terquedad le habían costado la relación con su hija, y no sabía qué hacer.
El último par de días preguntó entre los vecinos y habló con las amigas de su hija, o al menos las que conocía, y poco a poco se enteró que ella y su novio planeaban abandonar el reino.
Pero, hasta donde sabía, ninguno de ellos tenía permiso para viajar.
Atravesar la barrera sin permisos era casi imposible, así que, a menos que el novio tuviera conocimientos de taumaturgia o conociera a alguien que pudiera ayudarlos a cruzar, no podrían irse.
Terminó de armar la máquina y se acercó al interruptor. Se detuvo con la mano en la palanca y suspiró. Tras una breve pausa con la cabeza baja, encendió la máquina y escuchó los familiares sonidos que emitía.
Levantó la vista y contempló el brillante ducto que alimentaba el ectoplasma a la máquina, donde se extraía la energía que alimentaba muchas de las operaciones de la ciudad.
Empezó a sollozar. Estaba solo, pero le daba igual. No le importaba que lo vieran.
Habían pasado más de tres días y no sabía nada de su hija. Si ella no lo perdonaba y se comunicaba con él, jamás sabría si estaba viva o había muerto en la frontera.
Se le rompía el corazón al pensar que el fantasma de su hija podía ser uno de los espíritus procesados por aquella enorme máquina.
🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar
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