Cuentober 2021, día 22: Odisea

A través del ropero

Ejecutó un rizo en el aire antes de descender y sobrevolar el río.

La sensación era indescriptible. ¡Podía volar!

Le tomó un rato dominar esta nueva habilidad, pero ahora se sentía lo bastante segura como para realizar maniobras complejas. 

Esa mañana, cuando llegó a ese mundo, se sintió más confundida que de costumbre, pero cuando descubrió que tras rociarse polen encima podía volar, se sintió muy emocionada. De inmediato empezó a practicar, y se llevó un susto cuando esos groseros duendes intentaron derribarla con aquellas extrañas catapultas que parecían hechas de dulces.

Aun pensaba en eso cuando vio algo moverse en el aire a lo lejos y sintió curiosidad. Empezó a volar en esa dirección, hasta que pudo identificar su sombra. Era un dragón.

Lo primero que pensó fue que era hermoso e imponente, y quiso verlo de cerca, sin medir el peligro que eso podía representar. Embelesada, admiró cómo sus escamas reflejaban la luz del sol. La enorme bestia no parecía haberla visto, y mientras se acercaba se preguntó si sería buena idea tocarlo.

En ese momento el dragón hizo una maniobra para cambiar de dirección, y un instante pareció embestir contra algo en el suelo antes de lanzar una enorme llamarada sobre una pequeña aldea que Alicia ni siquiera había visto hasta ese momento.

Se detuvo aterrada y quiso alejarse. Abajo todo eran gritos y caos, y no sabía qué hacer. Antes de que pudiera reaccionar, el dragón la vio. Al hacer contacto visual sintió que se le helaba la sangre. La mirada de la criatura era maldad pura.

Se paralizó por un instante, pero el dragón emitió un rugido que la puso a temblar y la sacó de su estupor.

Voló tan rápido como pudo, pero sabía que le daría alcance muy pronto. Volteó a su alrededor y decidió volar en dirección al sol, esperando que el dragón la perdiera de vista en la luz. Su idea funcionó, al menos por unos momentos, pero otro rugido la hizo entender que la había visto.

Entonces se lanzó en picada, en dirección al río, pensando en ocultarse en medio del bosque. Pero eso no serviría, ¿o sí?

Una llamarada le pasó por un costado, provocándole un sobresalto. Empezó a moverse en zig zag de forma aleatoria, tratando de no pensar demasiado en lo que hacía, y un par de llamaradas más fallaron por muy poco.

Los árboles no serían refugio y sólo provocaría un incendio, así que se lanzó con todas sus fuerzas en dirección al agua, esperando que fuese lo bastante profundo. Jaló aire profundamente y se sumergió sin perder velocidad.

Por fortuna el río era profundo, y aunque el impacto casi la hizo exhalar, aguantó. Fue tan profundo como pudo, y notó que un color rojizo cubría todo a su alrededor. Levantó la vista y entendió que otra enorme llamarada acababa de golpear la superficie.

Nado con fuerza, alejándose del fuego y tratando de acercarse a una orilla, y empezó a ascender. Momentos después emergió del agua y se sorprendió al ver una densa niebla cubriendo la mayor parte del río. La llama del dragón había evaporado bastante agua.

Seguro habría poca visibilidad desde arriba, así que con un esfuerzo salió del agua y se arrastró como pudo hacia los árboles. Se quedó un rato agazapada entre rocas y un tronco caído, bajo una gruesa capa de maleza, y esperó.

A lo lejos escuchaba rugidos, pero parecían estarse alejando. Pronto dejó de oírlos, pero decidió esperar un poco más. Después de un rato salió de su escondite y caminó hacia el agua, buscando en el aire y tratando de asegurarse de que el dragón se había ido.

Había sido una jornada emocionante, sí, pero todo dejó de ser divertido en cuanto entendió que el dragón era tan peligroso como real.

Encontró una vereda y empezó a caminar. No tenía idea de dónde estaba o en qué dirección debía ir, pero de cualquier manera no conocía nada ni a nadie en este mundo y no haría mucha diferencia llegar a un lugar u otro.

Con sus antecedentes, hiciera lo que hiciera seguro se volvería a meter en problemas.

Miró a su alrededor y por un momento pensó en levantar el vuelo para tener una mejor vista del terreno, pero decidió no hacerlo. Todavía se sentía aturdida y exhausta luego de su apretada escapatoria.

A lo lejos empezó a escuchar música, pero eso no la tranquilizó. En retrospectiva, lo que le había ocurrido otras no estuvo tan mal, así que prefería mantenerse alerta y desconfiar de todo y todos.

Repasó una corta lista mental evaluando lo que había aprendido. Seguir animales peligrosos y caer en una madriguera, malo, pero no tanto. Atravesar un espejo sin pensar en lo que habría al otro lado, no fue la mejor de sus ideas.

Pero, ¿introducirse en un armario que no parecía tener fondo y salir en otro mundo? Quizás era lo peor que le había ocurrido jamás.

Exprimió un poco más de agua de su vestido y siguió andando, tratando de no pensar en qué clase de sorpresa la esperaba para cuando hallara el origen de esa música. 

🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar

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