Cuentober 2021, día 23: Pelea

El último asalto

El doctor terminó de suturar el corte en su ceja y le preguntó si estaba bien.

Mintió, le dijo que se sentía perfecto, lo cual no era del todo cierto, pero cualquier peleador podía decir lo mismo después de un combate, y el de esta noche había sido un poco más intenso de lo acostumbrado.

En parte era su culpa. Ese cretino pasó el último par de semanas tratando de meterse en su cabeza, y en los últimos días, entre los careos, apariciones promocionales y la ceremonia de pesaje, por fin logró sacarlo de sus casillas y al final hubo empujones y amenazas.

Durante la pelea se hizo evidente que no se caían bien y, más allá del eterno deseo de ganar cada vez que se cerraba la jaula, quería lastimar a su oponente. Y a juzgar por el tremendo dolor en su costado derecho y la hinchazón en sus pómulos, las intenciones de su rival habían sido justo las mismas.

Recordó el izquierdazo en la sien que lo derribó en el segundo asalto e hizo un gesto. Había sido como un trueno rebotando en el interior de su cabeza.

De hecho, estaba casi seguro de que por un instante perdió el conocimiento, pero el golpe con la lona lo despertó y logró protegerse para evitar la finalización. Sobrevivió al round y volvió a su esquina, donde le recordaron que no era una pelea de box, sino una de artes marciales mixtas.

Y asumir esa realidad fue lo que le permitió ganar la pelea. Ese infeliz era un poco más grande y tenía una izquierda devastadora, pero esos son atributos inútiles cuando tienes la espalda contra la lona.

Sentirlo tappear fue la sensación más dulce en mucho tiempo, además de un alivio, porque no estaba seguro de poder vencerlo si todo dependía de los puntos en las tarjetas.

"Nunca dejes la pelea en manos de los jueces" eran palabras sabias y hoy había sido un buen recordatorio.

Ahora sólo restaba hablar unos minutos en la conferencia de prensa y podría descansar.

Tenía hambre. Usualmente, sobre todo después de una victoria, él y su equipo iban por hamburguesas o algún otro tipo de comida chatarra. Era un pewueño premio tras semanas de dieta y entrenamiento.

Pero luego de esta pelea no estaba seguro de que su estómago lo fuera a tomar bien. Mientras caminaba hacia el podio en el improvisado auditorio se preguntó si los muchachos estarían de acuerdo con cenar algo más ligero.

Al salir al escenario lo sorprendieron algunos flashazos, así que agradeció haberse puesto las gafas oscuras. Trató de sonreír mientras se acercaba al micrófono para empezar a responder preguntas.

Sí, después de la tormenta que acababa de vivir, era una noche para tomarse las cosas con calma, así que sugeriría ir por sushi. Todo mundo ama el sushi.

🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar

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