Cuentober 2021, día 28: Tinieblas

En la oscuridad de la noche

Una densa neblina cubría las calles y en el silencio resonaban las pisadas de los gendarmes.

Los parroquianos de una taberna habían pedido que alguien acudiera al lugar porque habían escuchado sonidos de lo que parecía una pelea en un callejón cercano, pero por tratarse de un barrio de mala reputación los oficiales tardaron en aparecer, seguramente porque ninguno de ellos quiso acudir solo.

Tras preguntar lo ocurrido salieron a buscar el callejón en cuestión armados con una lámpara de petroleo y los toletes listos. Lo que encontraron los dejó pasmados.

Un hombre bien vestido yacía en el suelo, su elegante capa medio enredada en sus brazos y las entrañas expuestas, producto de una profunda, letal y certera cuchillada. A pocos centímetros de su cuerpo había un escalpelo.

Mientras el sargento revisaba el cadáver uno de sus subordinados fue en busca del médico para llevarlo a la escena del crimen. Los curiosos empezaban a acercarse, y pronto escuchó a alguien susurrar el sobrenombre del asesino que llevaba semanas aterrorizando este lugar.

Sabía que pronto iniciarían los rumores sobre la muerte del asesino, pero nada podía hacer. Aun así, instruyó al otro oficial para que no dejara que nadie se acercase y tratara de mantener bajo control a los curiosos.

Estaba seguro que no se trataba del asesino, o al menos no del que todo mundo suponía. Pero eso sólo lo sabían algunos sargentos y sus superiores, además del personal del diario. 

Aquella mañana el editor había recibido otra de aquellas siniestras misivas, pero las autoridades de Scotland Yard les pidieron que no la publicaran.

En ella, el siniestro asesino se quejaba de la incompetencia policial al afirmar que era un error atribuirle la víctima de hace un par de noches, pues él no la había matado y estaba seguro de que quienquiera que fuera su imitador, no era tan hábil como para hacer el limpio trabajo que lo caracterizaba, así que pedía al diario ser más cuidadoso a la hora de reportar noticias.

Cerraba diciendo que haría un servicio a la ciudad y se encargaría de hacer aquello que la policía parecía incapaz de realizar, y que muy pronto, quizá esa misma noche, se aseguraría de despachar al malhechor antes de que pudiera hacer más daño a su reputación.

El sargento se incorporó y esperó pacientemente la llegada del médico.

A pesar de encontrarse en una gran ciudad y muy cerca de decenas de personas, de pronto se sintió solo, como si estuviera aislado del resto del mundo. Se sentía como una insignificante miniatura en medio de un diorama, incapaz de salir de ahí y a merced de lo que alguien más decidiera hacer con él.

Un estremecimiento le recorrió el cuerpo y fue a pararse junto a su subordinado. Eso al menos lo distraería un poco de los sombríos pensamientos que llenaban su cabeza. 

🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar

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