Cuentober 2021, día 3: Desahuciado
Hipoteca vencida
El candado cerró con un seco clack que tenía cierto aire de finalidad.
El hombre suspiró mientras guardaba sus llaves y echó un largo último vistazo a la fachada de la tienda que fue su negocio por casi veinte años.
Sacudió la cabeza melancólicamente antes de dar vuelta y empezar a caminar.
En vez del mismo recorrido que cada noche, al llegar a la esquina giró a la derecha. No estaba de humor como para volver a casa y sentarse solo frente a la TV, así que pensó que le vendría bien dar un pequeño paseo y recorrer el vecindario.
Minutos después se arrepintió de tomar esa decisión.
Esperaba que la caminata le ayudase a despejar su mente y olvidarse de sus problemas al menos por un rato, pero tras apenas un par de cuadras, el efecto era todo lo contrario. Hacía tiempo que sabía que muchos negocios en la zona pasaban apuros, pero no esperaba ver tantos anuncios de liquidaciones, traspasos y cierres. Era deprimente.
El último par de años en particular habían sido muy duros. Cuando entendió que no podría pagar su hipoteca renegoció la deuda, sabiendo que no iba a resolver nada. El agujero en que estaba sumido era demasiado profundo, así que sólo compró algo de tiempo a sabiendas de que iba a perder la tienda. Y a juzgar por lo que veía a su alrededor, no era el único.
Se detuvo en la siguiente esquina y tragó saliva. El amargo sabor a bilis lo hizo maldecir. Sabía a derrota, y odiaba la sensación, pero no había nada que pudiera hacer. Sabía que algunos de sus vecinos habían hipotecado también sus hogares en un desesperado intento por saldar sus deudas, pero él decidió no hacerlo, sino por otra razón al menos porque era todo lo que le quedaba, y ahora se alegraba. Bastante malo era perder su negocio como para quedarse también sin casa.
Empezó a caminar de regreso, y entonces notó que la inmobiliaria que estaba adquiriendo todas las propiedades era la misma. Recordó que en alguna de las reuniones de vecinos alguien mencionó algo sobre un misterioso empresario que parecía tener ambiciosos planes para modernizar el vecindario y estaba metiendo sus manos en todo: casas, edificios, locales comerciales, como un pulpo insaciable que usaba sus tentáculos para apoderarse de todo lo que estaba a su alcance.
Y no había nada que él o nadie más pudiera hacer, estaba atado de manos.
Empezó a llover.
El hombre sonrió con tristeza y mientras se encaminaba a casa pensó que así se cayera el cielo entero, nada iba a limpiar esas calles que alguna vez representaron tanto para él.
🄯2021 Alberto Calvo Cuéllar
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