Cuentober 2021, día 30: Infiltrado
Espionaje sobrenatural
El gruñido que escuchó era vergonzoso, pero no había nada que hacer.
Tenía hambre. Llevaba horas oculto en ese oscuro sótano, y cuando entró llevaba ya varias horas sin probar bocado.
Al aceptar la misión sabía que se las vería duras. No sólo se iba a internar en territorio enemigo, sino que sus acciones lo pondrían en la mira de una de las divisiones secretas de la SS, y si había algo peor que los nazis regulares, eran los nazis con aspiraciones de brujos o hechiceros.
Después del incidente de esa mañana, lo único que podía hacer era esconderse. Karl, el agente que los aliados tenían infiltrado en la ciudad, lo había recogido donde acordaron, y mientras conducía hacia la casa de seguridad le informó que había rumores sobre un espía inglés. La SS lo estaba buscando, y la guarnición de la ciudad estaba inquieta.
Al llegar a la casa lo ayudó a ocultarse en el sótano, accesible sólo mediante una puerta secreta, oculta tras un librero, y le dijo que iría a la ciudad a ver si podía averiguar algo más. Le pidió que se quedara tranquilo y tratara de no hacer ruido, aunque estaban en un barrio donde era difícil que lo buscaran, al menos por ahora.
Su improvisado escondite tenía agua, vino e incluso cerveza en abundancia, pero nada de comida. Se preguntó qué clase de agentes eran quienes lo usaban con regularidad.
Por enésima vez se levantó a caminar, pero el espacio era tan reducido que el ejercicio lo fastidiaba en pocos minutos en vez de ayudarlo a relajarse.
No quería pensar en lo que encontró esa mañana, pero no podía evitarlo.
La buena noticia era que podía confirmar a sus superiores que los rumores de una sección de demonólogos al interior de la SS eran ciertos. Las malas, que eran dos, eran que había demonólogos nazi, y que no eran del tipo que se conformaran con estudiar grimorios en oscuras habitaciones y reunirse a comparar notas mientras bebían cerveza.
Lo que vio en aquellos libros lo había perturbado de un modo que no podía explicar.
Se había guardado un par de volúmenes que parecían antiguos e importantes, y prendió fuego al lugar antes de salir de ahí. Quizá fue un error hacer algo que no podía pasar desapercibido, pero no quería correr el riesgo de dejar algo que pudieran usar, y el fuego le pareció la mejor opción. Con un poco de suerte no se darían cuenta de que entre las cenizas faltaban un par de libros.
Se sentó y sacó el trapo en que los había envuelto. Tomó el más grueso de ambos volúmenes y lo abrió delicadamente, como si fuese un explosivo o algo peor. Y quizá lo era.
No entendía el idioma en que estaba escrito, pero las ilustraciones no necesitaban traducción para entenderlas. Si esto fuese cierto... no, era impensable que hubiera algo de verdad en estas aberraciones. Encontraba horripilante la idea de que los nazis pudieran invocar cosas como esas. Si ése fuera el caso, la guerra estaría perdida, y no podía permitirse pensar así.
Miró su reloj y se preguntó qué estaría haciendo Karl. Cerró el libro y volvió a envolverlo junto al otro antes de guardarlos en su bolsa. y ponerla debajo del catre. No le quedaba más que esperar. Volvió a levantarse.
Estaba inquieto. Era importante preparar todo para salir de ahí lo antes posible y presentar un reporte a sus superiores. Ojalá Karl volviera pronto. Iba a empezar a caminar otra vez, pero se detuvo y se quedó de pie a la mitad de la habitación.
Sentía un vacío en el estómago, y no estaba seguro de que fuera sólo por el hambre.
🄯2021 Alberto Calvo Cuéllar
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