Cuentober 2021, día 31: Escritor
Bloqueo creativo
La tinta corrió como sangre de una herida fresca.
Se levantó corriendo en busca de un trapo para limpiarla antes de que goteara al suelo. No encontró un trapo pero usó toallas de papel para recoger el exceso de tinta y agradeció que la mesa fuese negra, porque no quedaría una mancha. No le gustaría perder su depósito por un absurdo accidente.
Tomó la libreta que había levantado en cuanto se volcó la tinta, y suspiró. La abrió y pasó las hojas, leyendo algunos pasajes. La cerró con un suspiro y la dejó caer en la silla. Sólo contenía basura.
Llevaba una semana en este maldito lugar y no había avanzado nada.
Sonrió con amargura ante ese pensamiento. Muy pocos se referirían a una linda y cómoda cabaña en medio del campo, rodeada de flores y arbustos y con una agradable arboleda a un centenar de metros como un "maldito lugar". Sonaba como un paraíso para escribir, y así fue como su agente lo describió al sugerirle rentar la cabaña.
Pero en la práctica todo había sido distinto. Desde el primer día nada había salido como esperaba.
Ese día, después de almorzar, salió a caminar un poco. Fue más allá de los árboles y descubrió un arroyo y lo siguió por unos minutos, pero no se veía nada más adelante. En el camino de regreso quiso cortar camino entre los árboles pero se topó con los restos de una alambrada entre los arbustos y al intentar saltarla se enredó con una tira de alambre de púas y se rasgó el pantalón.
Además, no estaba acostumbrado al silencio.
Quizás sería mejor estar más cerca de los árboles para escuchar el agua del arroyo o pájaros, incluso el susurro del viento. Y aunque agradecía estar lejos del incesante ruido de la ciudad con todas sus distracciones, el extremo opuesto no era mucho mejor.
Y la tinta... Hacía años que no usaba una pluma si no era para firmar algo, y pese a la romántica idea de que su primer borrador fuera un auténtico "manuscrito", no estaba acostumbrado a escribir así.
Esa mañana había rellenado la pluma y olvidó tapar el frasco. Terminó de limpiar y se quedó parado, pensando en qué hacer. Levantó la libreta de la silla y la puso sobre la mesa, pero no se sentó. Fue a la recámara. Sacó su maleta del armario y la puso sobre la cama.
Tomó su laptop y el cargador y los llevó de vuelta a la otra habitación. La conectó y encendió, y se sentó frente a ella. Era una solución tan elemental que debió hacerlo antes.
Escribir a mano en un lugar aislado de distracciones era una idea romántica, pero no para todos. Disfrutaba poder concentrarse en su trabajo, pero nunca había escrito a mano, ¿por qué empezar ahora? Abrió el procesador de textos y empezó a trabajar.
Había perdido una semana tratando de ser quien no era, pero aún tenía tiempo suficiente para enmendar el error y escribir algo.
🄯2021 Alberto Calvo Cuéllar
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