Cuentober 2021, día 6: Meteorito

El horror que cayó del cielo

Dio otro sorbo a su café, pero sus manos no dejaban de temblar.

Volteó una vez más al balcón donde tenía su telescopio, y no pudo reprimir un estremecimiento al recordar lo que había visto unos minutos antes.

Sacó una vez más su teléfono y marcó. Buzón de voz. ¡Maldita sea! ¿Por qué no le contestaba?

"Hola, soy yo otra vez. Me urge que te comuniques conmigo, es importante".

Guardó el teléfono y se acercó a la ventana, pero sin salir al balcón. Miraba su telescopio como si en cualquier momento éste fuese a revelar sus afilados dientes y arrancarle un brazo.

Alzó la vista al cielo, temeroso de lo que pudiera ver, pero no había nada. Miró a la distancia, hacia las colinas, y por un momento sintió el impulso de tomar el telescopio y asegurarse de que esa... cosa, siguiera ahí, pero no se atrevió.

Tragó saliva, volteó a ver su taza, y apuró el resto de su contenido en un último trago. Caminó hacia la barra de la cocina a dejar la taza, y caminó de vuelta a la sala, sin dejar de ver hacia la ventana. Se dejó caer pesadamente en un sillón y volvió a mirar su teléfono. Nada.

Se llevó las manos a la cabeza y se sacudió el cabello, casi como si intentara sacudirse esa perturbadora escena que parecía taladrarle los sesos, empujando desde adentro y amenazando con escapar.

¿Por qué él, maldita sea? ¿Cómo pudo pasar desapercibido para otros algo como eso? Él era sólo un astrófilo, un tipo cualquiera a quien le gustaba ver el cielo. Ni siquiera se consideraba un astrónomo aficionado, pero no podía sacarse de la cabeza que de no haber tratado de seguir la trayectoria de ese estúpido meteorito jamás habría visto nada.

Suspiró hondamente y se frotó la cara. Estaba cansado, pero le parecía impensable la sola noción de dormir sin antes contarle a alguien sobre el horror de ciencia ficción que acababa de descubrir, y no se atrevía a llamar a las autoridades porque sabía que lo tomarían por un loco.

Al pensar en eso se levantó y con miedo se acercó una vez más al balcón. Suspiró mientras se armaba de valor y estiró la mano hasta la cámara, abrió el menú para navegar las fotos, y un instante después apartó la mano bruscamente y regresó al sillón.

Al menos podía estar seguro de que no lo imaginó.

Volteó a ver la hora y suspiró.

Si su primo no contestaba pronto tendría que armarse de valor y llamar a la policía.

Sonrió amargamente. Ésa iba a ser una conversación interesante.

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🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar

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