Cuentober 2021, día 9: Falla
En el espacio nadie escucha tu soledad
El vómito en gravedad cero no era nada divertido.
Cada vez era más raro que se sintiera mareado, y la necesidad de limpiar solía ser aliciente suficiente para tratar de resistir. Cerró la escotilla tras de sí y al darse vuelta notó que una importante sección del corredor principal estaba a oscuras.
Respiró hondo y se impulsó hacia la pared opuesta, donde había una terminal. Trató de activarla, pero parecía no funcionar.
Pensó un poco y decidió que le tomaría casi el mismo tiempo buscar y probar otras terminales que ir hasta el puente de mando, así que lo mejor sería ponerse en marcha de una buena vez.
Con un poco de suerte, se toparía antes con alguien, quizá uno de los ingenieros, y el problema quedaría fuera de sus manos. Suspiró y se apoyó en la pared para impulsarse.
Tras recorrer algunos metros notó que la iluminación era más baja de lo que debía y miró con atención las lámparas. Sólo estaban encendidas las luces de emergencia. Quizás eso explicaba el problema con la terminal. Sacudió la cabeza y siguió adelante.
Se sujetó de uno de los pasamanos en el muro para detenerse y trató de parar por completo ante un gabinete de herramientas. Cada vez lo hacía mejor, pero aun no dominaba el arte de un alto total.
Abrió el estante y sacó una larga linterna de mano. Cerró y se preparó para volver a impulsarse hacia adelante.
Empezaba a sentirse nervioso. La nave tenía casi un kilómetro de largo, y una docena de hombres y mujeres eran una tripulación insuficiente para algo de ese tamaño.
Aun así, pensó que con una falla eléctrica y las comunicaciones inservibles alguien ya hubiera hecho un esfuerzo por buscar o contactar de algún modo a los demás.
A menos, claro, que nadie se hubiera dado cuenta todavía.
Al llegar a la parte oscura encendió la linterna para iluminar muros, techo y piso en busca de alguna seña de cuál era el problema. Más adelante notó una pequeña mancha en el piso.
Se dejó flotar sin volver a impulsarse de algún pasamanos por temor a pasarse de largo. Conforme se acercaba, notó que el metal parecía carcomido, como si le hubieran recargado un hierro ardiente o hubiesen derramado alguna especie de ácido.
Usó una muesca del piso para anclar un pie y se balanceo un poco para ver de cerca la parte dañada. No era un hoyo muy grande, y tampoco parecía muy profundo, pero quizá eso dañó algún cable.
Eso explicaría el apagón parcial y quizá las terminales inservibles, pero seguía sin saber qué fue lo que provocó ese daño en el piso.
Tragó saliva y siguió adelante. Era increíble lo fácil que su cabeza podía llenarse de ideas, incluso sin evidencia alguna de que algo anduviera mal. Pero no podía evitarlo. Desde muy joven siempre fue un tanto pesimista.
Se había unido a la tripulación del Errante pensando que no sería un trabajo demasiado duro y conocer otros mundos sería una aventura de bajo riesgo. Ahora no estaba tan seguro.
Miró alrededor y se preguntó si corría algún peligro.
Recordó lo sucedido durante la reunión previa a despegar, cuando el capitán les dio el resumen de su itinerario para las siguientes seis semanas.
No era el único nuevo, pero sí fue el único que preguntó si como parte de su equipo recibirían armas. El capitán sólo se limitó a sonreír. "¿Armas?", le había dicho. "¿Para qué? ¿Acaso planea ir a cazar monstruos espaciales?"
El resto de la tripulación río y él sólo agachó la cabeza. Su niño interior tenía el corazón roto, pero prefirió no responder a la cruel burla.
Ahora, rodeado por el opresivo silencio de una nave parcialmente sumida en las sombras e incomunicada en los alrededores del cinturón de asteroides, desearía haber protestado un poco más.
🄯 2021 Alberto Calvo Cuéllar
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