Cuentober 2022, día 24: Impaciente (misterioso, elixir, teléfono)

Desesperante espera

No importaba qué tan intensamente mirase el teléfono, éste seguía sin sonar.

Su cuñado había prometido llamarlo en cuanto los doctores le dijeran algo, pero las horas pasaban y él seguía sin noticias sobre el estado de su hermana. ¿Cuánto podía durar una cirugía?

No tenía idea, pero sabía que podían ser horas. Eso no lo tranquilizaba, y aunque se suponía que estaba trabajando, la verdad era que no podía enfocarse lo suficiente como para avanzar en algo. Sabía que su jefe no lo iba a presionar, pero aún así sentía que se estaba haciendo el tonto.

Tampoco hubiera sido productivo quedarse en el hospital, pero eso no impedía que sintiera que debía hacer algo más.

Se paró para ir a lavarse la cara y luego regresó a sentarse. Recordó algo y se levantó de nuevo, ahora para revisar los bolsillos de su chaqueta colgada en el perchero, y extrajo la tarjeta que le había dado aquel misterioso extraño que lo había abordado esa mañana mientras esperaba el autobús.

—Sé lo que lo preocupa, pero puedo ofrecerle una solución.

Lo tomó por sorpresa aquella extraña declaración y no supo qué responder, pero el extraño sonrió para calmarlo e hizo un gesto como para restar importancia a todo.

—No se apure, entiendo su posición y sé que no sabe quién soy o qué pretendo, pero le aseguro que mis intenciones son buenas. Nada malo pasará hoy, pero en caso de que la operación no resulte, hay alternativas que puede considerar.

Entonces le extendió su tarjeta y siguió.

—No tiene que responder ahora, pero si lo necesita, no dude en llamarme. No vaya a pensar que soy un curandero o que pretendo timarlo. Sólo digamos que puedo ayudar a su hermana de un modo que los médicos no. Piénselo y después hablamos con más calma.

Luego se había dado vuelta y se había alejado como si llevara prisa.

La tarjeta sólo tenía un nombre y un teléfono. "M. Persopoulos". ¿Griego? Tenía más pinta de personaje salido de las historias de Las Mil y Una Noches. Volvió a guardar la tarjeta y regresó a su escritorio para reanudar su intento de intimidar al receptor telefónico.

Su cuñado se iba a comunicar en cualquier momento y podría dejar de preocuparse. Todo iba a estar bien y entonces podría deshacerse de aquella tarjeta. Sí, así sería. De otro modo, iba a terminar en alguna oscura tienda en un barrio desconocido y comprando algún elixir mágico a aquel extraño sujeto.

No, sería mejor no pensar en eso.

🄯2022 Alberto Calvo Cuéllar

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